Sigo con mi serie sobre las citas más relevantes del libro Aventuras empresariales. En este artículos he recopilado un par de citas del cápitulo Los filósofos impactados.
General Electric, que —para gran consternación del consejo encargado de guiar su destino desde la sede central de la empresa, situada en el 570 de Lexington Avenue, Nueva York— se llevó la mayor parte de la atención, tanto en la prensa como en las audiencias del subcomité. Con cerca de 300.000 empleados y un promedio de ventas de 4.000 millones de dólares anuales durante los últimos diez años, no sólo era de largo la empresa más grande de las veintinueve acusadas, sino que, a juzgar por su facturación en 1959, era la quinta mayor empresa de todo el país en cualquier sector.
Así pues, el alto mando de GE salió indemne de todo el proceso, y se determinó que la conspiración alcanzaba como mucho al nivel intermedio de la jerarquía de la empresa, y no al consejo de administración.
Actualmente, el problema radica en la falta de comunicación de cada persona consigo misma. Si no eres capaz de establecer una correcta comunicación contigo mismo, ¿cómo se supone que te vas a comunicar con los demás?». Supongamos, a modo de hipótesis, que el propietario o presidente de una empresa que ordena a sus subordinados que acaten las leyes antimonopolio tiene una comunicación consigo mismo tan pobre que en realidad no está seguro de si quiere que la orden se cumpla o no. Si la orden es desobedecida, la fijación de precios resultante puede ser beneficiosa para las arcas de su empresa; y si es obedecida, entonces, ha hecho lo correcto. En el primer caso, no está personalmente implicado en delito alguno, mientras que en el segundo caso sí está personalmente implicado en hacer lo legal. ¿Qué puede perder en ambos casos? Es razonable suponer que en tal situación un alto ejecutivo tienda de manera inconsciente a comunicar su incertidumbre con mayor claridad que su orden. Nuevamente nos encontramos con un buen tema de estudio psicológico: se podría investigar justo lo contrario del fracaso de la comunicación y tal vez llegar a descubrir que, en ocasiones, los mensajes que el emisor ni siquiera es consciente de estar emitiendo acaban llegando al receptor de forma muy efectiva; de hecho, casi podría decirse que demasiado efectiva.
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