viernes, 19 de junio de 2020

Democracia. Utopía. Esperanza

¿Puede la tecnología cambiar la política?

Domingo por la tarde, después de haber comido con la familia y mientras mi mujer y mi hijo ven una película a mi me toca hacer mis elecciones semanales, mi mujer, mucho mejor organizada que yo ya las hizo hace días. ¿qué toca hoy?

En la calle lleva ya meses el debate de cuantas horas semanas deberían de ser obligatorias en inglés y esto es algo que este mes toca votarlo.
También hay una cuestión sobre la distribución de gastos en la partida de cultura.
De lo que se trata es de contestar a una batería de preguntas y con los resultados de todos los ciudadanos, los funcionarios de turno aplicarán las medidas que hayan ganado.

Aun recuerdo cuando de joven no existía la democracia, es alucinante pensar como creíamos que si que vivíamos en ella pero era una ilusión. De adolescente pensaba en épocas anteriores a la mía, cuando ni siquiera la electricidad y miraba con aires de superioridad a nuestros antecesores, me compadecía de ellos pensando, pobrecillos... no tenían esto o lo otro... ¡Y resulta que los jóvenes de hoy en día se compadecen de mi generación! No se explican como la sociedad no era dueña de su propio destino y como de manera “democrática” se votaban a unos partidos para que luego durante 4 años, si si, ¡4 años! Hicieran o no, lo que habían dicho hacer... Y es que resulta curioso que si trasladáramos una persona del año 1600 al año 2000 no pensaría qué ha viajado en el tiempo, sino en el espacio, pensaría que está en otro planeta ¿vuelos? ¿Avances médicos a niveles insospechados? ¿¿¿Internet??? Y sin embargo seguíamos teniendo el mismo sistema político de la antigua Grecia. ¿Por qué? ¿Por qué tardamos tanto en evolucionar una parte tan importante de nuestra sociedad? Imagino que sería porque habrían muchos intereses que no querían el cambio, pero hay ciertas cosas que son inevitables.

Afortunadamente y una vez más, llego la ciencia para cambiarlo todo. Y es que gracias al blockchain pudimos acceder a un sistema de vocaciones totalmente seguro donde cada mes los ciudadanos elegimos cuales van a ser las decisiones de nuestro gobierno. Hemos reducido al máximo el número de políticos, ahora prácticamente solo tenemos funcionarios que aplican lo que los ciudadanos han elegido. Esto indirectamente ha traído otras mejoras indirectas, como vivir en una sociedad más unida. Anteriormente los políticos únicamente hacían discursos para su público y esto separaba a la gente. Si soy de un bando no puedo ser del otro y viceversa. Ahora al no haber políticos a los que seguir, solo hay ideas, una idea te puede gustar o no, la puedes apoyar o no, la puedes difundir o no, pero nunca una idea te podrá manipular y lo mejor de todo, una idea no se puede corromper. Este nuevo sistema ha hecho que la corrupción prácticamente desaparezca al no ser los políticos los que eligen como se tienen que distribuir los presupuestos, tampoco tienen el poder de decisión de elegir entre que empresa u otra hay que elegir para realizar cualquier tarea.

Este cambio ocurrió casi que por obligación, fue una época en la que nos encontrábamos en una sociedad tan polarizada que después de varias elecciones consecutivas, no hubo manera de formar gobierno. En mi opinión, un pacto de los dos partidos mayoritarios hubiera sido la solución, pero supongo que ambos partidos priorizaban su imagen de marca sobre el bien de la sociedad. Imaginemos que dos partidos (A y B) generalistas pero con unas ideologías contradictorias forman alianza y resulta que es un éxito. ¿Los votantes de A a la próximas elecciones volverán a votar a A o votaran a B? Es la única explicación que se me ocurre de porque no se dieron este tipo de gobiernos. Así que tuvo que venir una startup creada por un grupo de jóvenes a salvar la política del país. Esta empresa propuso un sistema donde podía dar a cada ciudadano una clave única para poder votar, en un sistema blockchain donde por la propia naturaleza del sistema, solo el propietario de la clave puede alterar el dato, nadie más. Se puso una batería con las principales propuestas de los programas de cada partido y la gente ya no votaba por un partido, sino por las propuestas y el gobierno se formo en base al número de iniciativas más elegidas. Este fue el primer paso a la democracia digital.

viernes, 1 de mayo de 2020

La vida no te debe nada

Extracto de El cisne negro de Taleb

Muchos estudios sobre millonarios destinados a entender las destrezas que se requieren para convertirse en una celebridad siguen la metodología que expongo a continuación. Toman una población de personajes, gente de grandes títulos y fantásticas ocupaciones, y estudian sus cualidades. Se fijan en lo que tienen en común esos peces gordos: coraje, saber correr riesgos, optimismo, etc.; y de ahí deducen que tales rasgos, sobre todo el de correr riesgos, ayudan a alcanzar el éxito. Probablemente nos llevaríamos la misma impresión con la lectura de autobiografías, escritas por el correspondiente negro, de jefes ejecutivos de grandes empresas, o si asistiéramos a sus presentaciones ante aduladores alumnos de másteres en dirección de empresas. Ahora echemos una mirada al cementerio. Resulta difícil hacerlo, porque no parece que las personas que fracasan escriban sus memorias y, si lo hicieran, los editores que conozco no tendrían ni el detalle de devolverles la llamada (o de responder a un correo electrónico). Los lectores no pagarían 26,95 dólares por la historia de un fracaso, aunque los convenciéramos de que contiene muchos más trucos útiles que una historia de éxito. La propia idea de biografía se asienta en la adscripción arbitraria de una relación causal entre unos rasgos especificados y los consiguientes sucesos. Ahora consideremos el cementerio. La tumba de los fracasados estará llena de personas que compartieron los siguientes rasgos: coraje, saber correr riesgos, optimismo, etc.; justo los mismos rasgos que identifican a la población de millonarios. Puede haber algunas diferencias en las destrezas, pero lo que realmente separa a unos de otros es, en su mayor parte, un único factor: la suerte. Pura suerte. No es preciso ser un gran empirista para entenderlo: basta con un sencillo experimento del pensamiento. La industria de gestión de fondos sostiene que algunas personas son extremadamente hábiles, ya que año tras año superan los índices medios de la Bolsa. Identificarán a esas personas como «genios» y nos convencerán de sus destrezas. Mi sistema se basa en formar grupos de inversores escogidos puramente al azar y, mediante una simple simulación por ordenador, demostrar que sería imposible que estos genios no fueran producto de la suerte. Todos los años se despide a los perdedores, y sólo quedan los ganadores, con lo que al final se acaba con ganadores sistemáticos a largo plazo. Puesto que no observamos el cementerio de los inversores fracasados, pensaremos que las cosas son así, y que algunos operadores son considerablemente mejores que otros. Naturalmente, nos darán enseguida una explicación del éxito de los afortunados supervivientes: «Come queso de soja», «Se queda a trabajar hasta las tantas; el otro día la llamé al despacho a las diez de la noche y...». O, por supuesto: «Es perezoso por naturaleza. Las personas con este tipo de pereza saben ver las cosas con más claridad». Mediante el mecanismo del determinismo retrospectivo encontraremos la «causa»; de hecho, necesitamos ver la causa. A estas simulaciones de grupos hipotéticos, a menudo hechas por ordenador, las llamo instrumento de la epistemología computacional. Los experimentos de pensamiento también se pueden realizar en el ordenador. Basta con simular un mundo alternativo, completamente aleatorio, y verificar que se parece a aquel en el que vivimos. No conseguir afortunados millonarios en estos experimentos sería la excepción. Recordemos la distinción entre Mediocristán y Extremistán del capítulo 3. Decía que escoger una profesión «escalable» no es una buena idea, simplemente porque en esas profesiones son muy pocos los vencedores. Pues bien, dichas profesiones producen grandes cementerios: el número de actores muertos de hambre es mayor que el de los contables muertos de hambre, aun suponiendo que, como promedio, tengan los mismos ingresos.