jueves, 1 de noviembre de 2018

Resumen. Autobiografía de Benjamin Franklin

Recientemente me he leído la autobiográfia de Benjamin Franklin en castellano, libro que recomiendo encarecidamente, aunque se me ha hecho tan corto, que ahora me he lanzado con la versión en inglés. A continuación pongo algunas de las frases que más me han llamado la atención.

Lo cara que resulta la educación superior y lo pobres que vivían muchos hombres ilustrados

Desde niño me gustó leer, y el poco dinero que llegaba a mis manos se me iba en libros.

Con frecuencia lamenté que en una época en la que mi sed de conocimientos era tan grande no se cruzaran en mi camino más libros.

A veces discutíamos, nos gustaba mucho hacerlo, rebatir cada uno los argumentos del otro. Este, a propósito, llega a convertirse en un mal hábito y hace a la gente poco grata en sociedad: amarga y echa a perder la conversación y produce disgustos, y a veces incluso enemistades, donde podría haber lugar para la camaradería. Se me había pegado este hábito leyendo los libros de mi padre acerca de discusiones sobre religión. Las personas sensatas, según he observado, rara vez caen en ese fastidio.

El resto del tiempo hasta que ellos regresaban lo dedicaba a estudiar y progresaba en gran manera gracias a la claridad de mente y a la agilidad de comprensión que suelen resultar de la templanza en el comer y el beber.

Abandoné mi hábito de contradecir abruptamente y cambié la argumentación positiva por la humildad del que pregunta sin malicia.

Me quedé apenas con el hábito de expresarme en términos de modestia, sin el uso de expresiones que susciten discusiones, como “ciertamente”, “sin duda” o cualquier otra que le dé a lo que uno dice un aire de definitivo. En vez de eso, digo “me parece”, “me imagino”, “yo pensaría que...”, “si no me equivoco...”.

Si uno desea obtener información y mejorar gracias al conocimiento de otros, y al mismo tiempo expresa sus opciones con afirmaciones fijas, es probable que los modestos y sensatos, así como los enemigos de la discusión, nos dejen en posesión de nuestro error sin entrar en el trabajo de querer convencernos de lo contrario.

En la noche me sentí con fiebre y me fui a la cama. En alguna parte leí que beber agua fría es bueno para calmarla, así que seguí el consejo y me hizo sudar la mayor parte de la noche al punto que ya en la mañana estaba bien.

A causa de esto, tradujo muchos de los hechos bíblicos de una manera ridícula y habría dañado muchas mentes débiles, si su trabajo se hubiera publicado, pero nunca fue así.

Desde entonces he guardado varias cuaresmas estrictamente dejando la alimentación común.

Mis amigos de esa época eran Charles Osborne, Joseph Watson y James Ralph, todos oficinistas y amantes de la lectura. Los domingos emprendíamos juntos agradables caminatas por el bosque y una vez allí leíamos en voz alta y hablábamos de nuestros autores favoritos.

Ese tibio licor. Así era como estos pobres diablos se quedaban siempre abajo.

No debía esperar ninguna dote de una esposa, a menos que fuera de una mujer que no tuviera nada más que su riqueza como atractivo.

Las dudas y objeciones con que me encontré al reclutar suscriptores me llevaron a descubrir la inconveniencia de presentarse uno a sí mismo como el autor de cualquier proyecto útil que eleve su reputación por encima de la del prójimo. Por lo tanto, hasta donde fue posible, me puse fuera de vista y dije que la idea era de “un grupo de amigos” que me solicitaron que la promoviera entre los amantes de la lectura. Desde entonces recurro mucho al mismo procedimiento. Es un pequeño sacrificio de la vanidad, que después nos recompensa con creces.

“El que ha de prosperar, esposa debe buscar”.

La mayoría de funcionarios públicos actúa pensando apenas en el bien de su país, sin que le importe el bien común. Y aunque sus acciones produzcan un bien real para su patria, consideran que es correcto unir los intereses públicos con los suyos propios, por lo cual terminan faltando al principio de integridad.

En este momento en que escribo me parece que sería muy oportuno crear un Partido de la virtud, uniendo en un solo cuerpo a todos los hombres virtuosos de todas las naciones. Tal partido se conduciría con reglas adecuadas, rectas y sabias, a las cuales los hombres buenos y prudentes mostrarían más obediencia que la que el común de la gente tiene para con las leyes en general.

Sociedad de lo libre y fácil. Libre porque gracias a la práctica y hábito de las virtudes, nos liberaríamos del vicio, y gracias a la frugalidad y el trabajo, nos liberaríamos desde el punto de vista financiero ya que las deudas exponen al hombre al confinamiento y a una especie de esclavitud.

“Aquel que te ha hecho un favor, estará más dispuesto a hacerte otro, que aquel a quien tú le has servido”.

El dinero es, por su propia naturaleza, prolífico.

Gracias a la fortuna suficiente aunque moderada que adquirí, aseguré por el resto de mi vida el tiempo libre necesario para mis estudios.

Pasaría por duro un gobierno que grava a su pueblo pidiéndole para su servicio un diez por ciento de su tiempo.

Tiempo perdido no se recupera jamás.

La pereza viaja tan despacio que pronto la pobreza la alcanza.

Despídete de tus tonterías caras y no tendrás que quejarte tanto de lo duro de la época.