domingo, 22 de junio de 2008

enseñame a ser

No es muy habitual encontrarse en soy_informático con entradas sobre cosas que no son estrictamente informáticas, pero hoy voy a lanzarme.
Desde que somos pequeños la sociedad(occidental) en la que vivimos nos enseñan que hay que ser grandes, poderosos, importantes, nos enseñan a competir con personas de nuestra misma sociedad por dinero, estatus social o cualquier otra cosa trivial. Puede ser muy obvio, pero no lo es, no nos enseñan a ser hermanos, padres, novios o amigos. Considero que ser padre debe de ser una de las cosas mas impresionantes que hace un ser humano en su vida, pero también considero que debe de ser una de las tareas más dificiles en la vida de una persona. Antes de tener 15 años sabía hacer una raiz cuadrada, pero no sé como tendré que hacer que mi hijo estudie o coma, sin condicionarlo o sin orientarlo hacía el mal camino. Tambien sé calcular espacios tridimensionales, pero no se como actuar cuando un amigo me falla o me necesita.
Con esto no quiero decir que en los institutos se deban enseñar estas cosas(que podría ser una buena solución), lo que quiero decir es que veo más facil llegar lejos profesionalmente que personalmente y no creo que eso este bien.

2 comentarios:

  1. Si se busca se puede aprender de muchas maneras lo que no tiene nunca que hacer una persona es resignarse a lo que le enseñan.

    PAPÁ OLVIDA

    Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios
    rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi
    diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.
    Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque
    apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque
    dejaste caer algo al suelo.
    Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los
    codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a
    tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te
    respondí: "¡Ten erguidos los hombros!"
    Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle.
    Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí.
    Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre
    diga eso.
    ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de
    perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué
    quieres ahora?" te dije bruscamente.
    Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste,
    y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido
    ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.
    Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué
    estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi
    recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía
    según la vara de mis años maduros.
    Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que
    nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo.
    He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de
    vergüenza.
    Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero
    mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me
    morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera
    un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito".
    Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres
    un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado,
    demasiado.

    En lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen
    lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la
    tolerancia y la bondad. "Saberlo todo es perdonarlo todo."
    Ya dijo el Dr. Johnson: "El mismo Dios, señor, no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus
    días". Entonces. ¿por qué hemos de juzgarlo usted o yo?
    REGLA 1:
    No critique, no condene ni se queje.

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  2. ¡Madre mía! que comentario más precioso, lo veo mejor que la propia entrada y todo, jejeje. No pongas este tipo de comentarios de manera anónima, date a conocer, que eres un crack.
    Saludos!!!

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